13 feb 2011

Apuntes sobre el habla de Benavente. URSICINO ALONSO MAYO

Presentación

Apuntes sobre el habla de Benavente surgirá, entre muchos otros factores, gracias a la publicación de “Notas sobre el habla de Benavente”. Este artículo será el pretexto, el acicate, para que Ursicino Alonso (1915-1989) se decidiera a redactar, con el fin de publicar, sus elaboradas observaciones sobre las peculiaridades lingüísticas de los benaventanos. Un trabajo que llevaba haciendo desde hacía muchos años y que se había detenido un tanto. Efectivamente, Ursicino Alonso hasta el año 1935 se había esforzado en anotar el vocabulario “diverso” de Benavente, el que no incluiríamos en lo que suele denominarse “estándar”. Y en pleno proceso se encontraba esos años: recopilación de vocabulario benaventano con el fin de ambientar una novela anclada en la sociedad de la época, densa en costumbres, ritos, relaciones humanas... cuando llegaron los tristes años de la guerra, en la que nuestro autor participó activamente. Como consecuencia, sus anotaciones acabaron olvidados en un cajón... Hasta que D. Francisco Ynduráin logró indirecta, y también directamente, que despertaran de su olvido. Y lo cierto es que allí se encontraban sus “Apuntes” hasta que a finales de 2005 un amigo de Ursicino José Eulogio González Pérez le entregó el manuscrito a Manuel Fernández del Hoyo, y posteriormente Manuel lo entregó a quien suscribe esta presentación, con el fin de someter su posible publicación a la aprobación de la junta directiva del Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, como así fue. Poco después comencé a mecanografiar el texto mientras Manuel indagaba acerca de la vida de Ursicino: extremo este de enorme dificultad al no contar con hijos ni familiares próximos que pudieran darnos abundantes pormenores de su vida. Quizá cuando este libro ya sea público podamos obtener nuevas informaciones, que, sin duda, serán bien recibidas.

En el Tomo XXXII (1976) de la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares aparecerían 11 páginas que valoramos como únicas, por su valor, no solo en lo afectivo de quien ama un lugar, unas gentes y sus costumbres*... sino del investigador de altura, del intelectual, de prestigio reconocido, que, aunque no esté en su terreno, sí sabe cómo deben hacerse bien las cosas en el campo de la Ciencia y Cultura. No son páginas muy conocidas del público benaventano ni muy accesibles en general. Bien merece la pena recordar este trabajo de D. Francisco Ynduráin: el pequeño glosario que aportó en su artículo lo constituyen casi una veintena de dichos, refranes, adagios y medio centenar de vocablos.*

De las notas de D. Francisco Ynduráin pasamos a los apuntes de Ursicino Alonso Mayo, como el mismo los denominara. De entrada, se plantea unos cimientos teóricos sobre los que asentar sus observaciones y reflexiones lingüísticas. No vamos a encontrar un sinfín de citas bibliográficas ni gran aparato teórico; sí, en cambio, demostrará en todo momento la utilidad de su vasta cultura clásica y un fino instinto para acogerse a unos pocos planteamientos (consistirán éstos en citas muy extensas que justifica adecuadamente) provenientes de lingüistas e investigadores líderes en su campo. Varios de estos planteamientos provienen de artículos periodísticos. Será principalmente el diario ABC la fuente más utilizada para este cometido.

Así lo demuestra con su decisión de acudir a Manuel Alvar para empezar su disertación. Acierta, de entrada, poniendo sobre la mesa el concepto de “habla”*. A este respecto establecerá que la de Benavente sí puede considerarse “habla”, con características que la diferencian en relación con sus comarcas aledañas; si bien, concluye aportando un matiz adjetivo: considerará a la de Benavente “habla comarcal”.

En segundo lugar, también estamos con él en la necesidad de buscar al habla objeto de estudio su ascendencia, su parentesco evolutivo, en lo posible. Plantea un serio trabajo previo sobre el corpus lingüístico obtenido en sus investigaciones. Y aporta jugosas reflexiones sociolingüísticas:

Benavente pertenece al área del idioma castellano y está en los límites del dialecto astur-leonés, pero si su habla solo estuviera formada por el castellano normal actual “adialectado” por el astur-leonés, no sería una habla propiamente dicha: sería solo un castellano más o menos influido por dicho dialecto. Para tener entidad propia necesita más ingredientes. ¿Cuáles? Pues una mezcla de varios que la hacen diferente: poseer vocablos propios, indígenas; dar una particular modificación a otros; mantener vivas palabras olvidadas (muertas) en otros lugares; incrustar en su modo de expresarse palabras incluso de origen más o menos lejano; usar vocablos de correctísimo castellano, sí, que figuran en el D.R.A.E., sí, pero que se utilizan en otros lugares del dominio castellano muy poco o no se utilizan, y, hasta son desconocidos por muchos, innumerables castellano-parlantes, y en la zona de este habla son de uso cotidiano; emplear vulgarismos y hasta “chulismos” desechados por los bien parlantes de otros territorios del castellano, pero que en éste son normales por ser de uso coloquial habitual (también el mal decir forma habla cuando no es jerga), y, conservar arcaísmos en desuso general.

Acto seguido reflexiona sobre los factores que contribuyeron a la conservación del habla de Benavente, para lo cual expone una exhaustiva argumentación igualmente de carácter sociolingüístico, aunque hay que aclarar su posterior advertencia de que los factores aludidos se refieren al primer tercio del siglo XX. Pues, obviamente, algunos de dichos factores no sirven para analizar la realidad benaventana posterior. A saber:

  • Relativo aislamiento.
  • Capital de la comarca.
  • Nudo de comunicaciones “neutralizado”.
  • Baja renta.
  • Bajo nivel instructivo.
  • Escasísimos lectores, inexistencia de bibliotecas, prensa, radios.
  • Más relación con León que con Zamora.
  • Población autóctona de apenas inmigración.
  • Gentes poco viajeras.
  • Orgullo por las peculiaridades del habla.

Y al igual que revisa factores de conservación, reflexiona sobre el futuro del habla benaventana. Se plantea, siguiendo los dictados del maestro D. Ramón Menéndez Pidal, si los factores de conservación vencerán a los de innovación... Y si Pidal veía más fuerza en la conservación Ursicino Alonso Mayo observa con perspicacia que nuevos factores se imponen y son poderosos: la masiva intercomunicación, viajes turísticos, de estudios... la expansión y fortaleza de los medios de comunicación: prensa, radio, cine, y especialmente la televisión..., las modas, etc. Todos ellos constituyen un decisivo motor de cambio lingüístico. Y además se lamenta de que el que cambio no es para bien, sino para mal: lenguaje empobrecido, plagado de muletillas y de neologismos bárbaros. Así lo corroboran los numerosos artículos de prensa que claman ante este proceso. Para abordar este asunto recurre a lo que tres eruditos plantean sobre este problema desde las tribunas públicas de la prensa: Julián Marías, Manuel Alvar, Francisco Nieva. Se trata de extensas citas, que justifica así:

Es muy probable que el lector que haya seguido hasta aquí la lectura de mis apuntes, opine que éstos parecen más una miscelánea general sobre el lenguaje que unas notas dirigidas a ilustrar sobre el habla de Benavente, pero yo quiero aclararle que todas estas extensas transcripciones, no son tan ajenas como puedan parecer al tema central: son una buena “ayuda” muy aprovechable, unas aparentes circunvoluciones que me llevan, aunque sea por caminos no muy directos, al fin propuesto.

Justamente serán estos momentos en los que acude a los tres estudiosos donde nos enteraremos de que el 24 de septiembre de 1987 se encontraba redactando este trabajo. La fecha es una referencia; a ella se acoge como observador externo, el que ha conocido un habla 50 años atrás y que, en sus cada vez menos frecuentes viajes, se sorprende de los cambios que se han producido. Se sorprende especialmente por las pérdidas y sustituciones de palabras y costumbres de gran tradición. Observa un empobrecimiento, una cierta degradación... una desbordante estandarización, pero no para bien, pues ve más empobrecimiento que otra cosa. Se plantea si sus reflexiones de 1987 habrán perdido vigencia el día que lleguen al lector, si llegan. Juzgue el lector, pues.

Ciertamente caben variedad de opiniones. Sin embargo, no creo fácil llegar a un acuerdo. Si tuviéramos que responder rigurosamente esta cuestión no deberíamos esquivar un estudio amplio, alejado de las meras observaciones superficiales y pareceres subjetivos. Deberíamos consensuar qué significa empobrecimiento e, igualmente, establecer un marco, unas referencias en cuanto al habla de Benavente.

No solo sucede en Benavente y su comarca, sino también en muchos otros lugares en los que hace 100 años se hablaba de modo un tanto peculiar, más o menos alejado del castellano estándar del momento: cientos de lugares distribuidos por los territorios lingüísticos españoles, ámbitos dialectales, idiomáticos, más o menos alejados de los tradicionalmente castellanos. En la mayoría de esos lugares probablemente los cambios lingüísticos también han sido brutales. Aunque quizá haya que exceptuar ─por el apoyo recibido más tarde─ los pertenecientes a los dominios de las otras lenguas españolas: gallego, vasco y catalán. No obstante, incluso en estos ámbitos idiomáticos es seguro que las expresiones relacionadas con el mundo rural, al igual que éste, habrán sufrido una gran reducción. Hoy día son muchísimas las palabras que ya no son conocidas ni usadas, principalmente por los más jóvenes; pero ¿el habla de un joven de hoy es más pobre que la de uno de ayer? Quizá tengamos que matizar en qué campos de conocimiento, o de qué edades estamos hablando y, especialmente, en qué nivel de estudios, aparte de considerar aficiones, viajes, conocimiento de idiomas... Las variables también son otras. No es fácil la comparación, y de hacerla, ¿con qué fin?

Tras esta primera parte de consideraciones teóricas Ursicino Alonso Mayo aborda breves capítulos que ilustrarán la sociedad benaventana del primer tercio del siglo XX. El primero lleva por título “Benavente, tierra de fronteras”. Observa que la comarca de Benavente “Como tierra de frontera lingüística se queda en un relativo tradicionalismo y en un indeciso progresismo”. Avisa de que no va a recorrer un camino tan transitado: lo dice quien se ha preocupado de informarse bien, en profundidad, con respecto a los estudios dialectológicos, específicamente los referidos al ámbito leonés. Sí nos facilita varios datos relativos al concepto de “frontera lingüística”, referidos a diferentes rasgos observados en los mapas lingüísticos. Tal condición fronteriza, advierte, ha sido decisiva en la conservación de su habla: «Sí; en el brasero del habla benaventana aún humea algún tizo gallego, se consumen rescoldos bables y quedan bastantes brasas leonesas sobre todo. Y ese conjunto hace que Benavente muestre más variedad de vocabulario que otras zonas del castellano: porque conserva vocablos leoneses, asturianos, gallegos… más los usuales del castellano actual. Haber sido zona de frontera lingüística produce, a veces, estos efectos saludables, a mi modo de ver.»

Algunos de los rasgos lingüísticos que ya ha anunciado prefiere detallarlos un poco más en el apartado “Modalidades y peculiaridades”: frecuencia de los diminutivos ín(a), ico(a); algunos casos de ñ inicial; cambios l/r; “quedar” por ´dejar caer´; fuerte pronunciación de las eses; natural pronunciación de los finales ado, ido; etc. Resulta sugestiva su teoría para explicar el vocablo “manada” y también muy atrayente para un benaventano su estudio de la palabra “Sinoga”.

Mención aparte su explicación sobre lo que denomina “tonillo-son” benaventano: no pocos se sentirán identificados con la experiencia personal de Ursicino cuando alguien de fuera (excepto los gallegos) (o estando fuera) les identifica con el ámbito gallego.

No descuida los aspectos etnográficos, y de modo similar al de F. Ynduráin, rescata jugosas aportaciones de nuestro patrimonio oral (dichos y refranes); especialmente recuerda coplas y cantares que para él tienen importancia, pues le hacen revivir momentos felices de la infancia, fiestas de Benavente, tradiciones de un espacio vital y sentimental.

En “Jugar a etimologías” Ursicino demuestra, además de su vocación filológica, su pasión por la historia. No defraudará a los amantes de las etimologías y onomástica. Si bien en el plano onomástico se maneja con mayor subjetividad, además de que es un área muy influida por modas y “medios”. Imposible hoy defender, anhelar, si acaso, la perdurabilidad de la tradición onomástica. Lo cual no hace mermar el interés que dicho tema pueda suscitar en el lector, además de abrir a los estudiosos un camino lleno de posibilidades.

En cuanto a la toponimia, construye unos buenos cimientos sobre los que asentar una teoría en torno a Intercazia, Brigecio, Malgrat, Benavente. Reflexiones, si no definitivas, sí aclaratorias e interesantes. Revisa las conocidas indagaciones de José Ledo del Pozo y algunas de las conjeturas etimológicas que han surgido en torno al topónimo Benavente: nombre puesto por los romanos; por los árabes; posibles raíces hebreas; responsabilidad del rey Fernando II...

Acabará inclinándose, no por la de ´buenos vientos´, sino por la de “Bienvenido”.

Sus reflexiones finales, antes de ofrecernos el vocabulario de Benavente, también destacan, por claras, ajustadas y actuales:

Distingue tres zonas lingüísticas* en la comarca de Benavente:

· La Noreste y Este (vega del Esla), la más castellanizada, con mayor número de vocablos comunes con Aragón.

· La Noroeste y Oeste (zona de los Valles), la de mayor influencia astur-leonesa y mayores resonancias gallegas.

· La Sur (vegas del Órbigo y Tera) es la más parecida al resto de la provincia de Zamora, (…).

Y aunque más adelante las volveremos a encontrar, merece la pena adelantar y leer ya sus palabras, a punto de cerrar esta presentación:

El habla de Benavente es un habla castellana; y es muy rica en léxico: En ella, el caudal del castellano actual, de uso general, está notablemente aumentado por arcaísmos y diversas voces no usuales o desconocidas en otras zonas y que son correctos –y, a veces, bellos vocablos que figuran en el DRAE (josa, cuestos, jato, tamaral...). Está fuertemente enriquecida por aportaciones del dialecto asturleonés (del que toma también locuciones, giros, diminutivos), y arrastra, en menor cantidad y en diferentes proporciones, préstamos del gallego, de Cantabria, Salamanca y otros particularismos zamoranos; y hasta se vale de algunos lusismos y americanismos. Tiene sus propias voces distintivas y otras derivadas o transformadas (y, en ocasiones, degeneradas) de otras castellanas y latinas. Es muy abundosa en sinónimos.

No es éste el lugar ni momento apropiados para referir teorías dialectológicas, sino de reconocer una aportación importante a los estudios del patrimonio lingüístico, especialmente al patrimonio del antiguo dominio leonés, que incluye una antigua pugna fronteriza con el castellano. La aportación tan personal de Ursicino, como tantas otras, al menos dentro del ámbito leonés (Asturias, León, Zamora, Salamanca..., con las precisiones necesarias) viene a enriquecer ese mosaico lingüístico que conforman las hablas, modalidades, variedades... Así lo hace mediante su presentación, ordenadas y definidas, de más de 300 voces y expresiones consideradas diversas por él mismo, esto es, no pertenecientes a la lengua estándar, pues se preocupó de contrastar el uso y vigencia de los significantes y significados que recogió en el Diccionario de la Real Academia. A partir de aquí, solo cabe recoger el testigo: añadir entradas, significados, datos, en general; aportar más trabajos lingüísticos y etnográficos referidos a Benavente y su comarca; y, en cualquier caso, disfrutar con las sensaciones que despiertan palabras, si no muy usuales, sí muy cercanas.

Luis Carlos Nuevo Cuervo




* El C.E.B. Ledo del Pozo publicó no hace mucho una edición facsímil de un folleto divulgativo sobre Benavente que había elaborado D. Fco. Ynduráin. Contó esta edición con el entusiasmo de su familia, especialmente de su hijo, cuya reciente desaparición también hemos lamentado profundamente.

* De ello dimos cuenta en Lengua estándar y diversidad dialectal en el vocabulario de Benavente y cuenca del Órbigo, Benavente, 2001

* Vid. “Hacia los conceptos de lengua, dialecto y hablas” (pp.56-65) en La lengua como libertad, Manuel Alvar, Madrid, 1982, Eds. Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana.

* Con toda seguridad, además de disfrutar, le hubiera entusiasmado: Manual de dialectología hispánica. El Español de España. Manuel Alvar (Director), Barcelona, 1996. de. Ariel. En el capítulo “LEONÉS” por Julio Borrego Nieto se define un mapa dialectal constituido por cinco zonas para entender las hablas leonesas en las provincias de León, Zamora y Salamanca:

La ZONA 1 corresponde a las comarcas donde más rasgos dialectales se conservan y se usan (Babia, Laciana, parte de Luna, parte de Los Argüellos, Bierzo oriental, la Cabrera y la Sanabria no gallega).

La ZONA 2 comprende: en León las comarcas intermedias entre las nombradas para la ZONA 1 y la Ribera del Órbigo, tales como La Maragatería, Omaña y La Cepeda... En Zamora: La Carballeda, con la Requejada, Aliste y parte de las tierras de Alba y Tábara.

La ZONA 3 corresponde a la comarca leonesa de La Ribera del Órbigo, parte de Luna, cuencas del Bernesga, del Curueño y del Porma. En Zamora el rincón noroeste de Sayago y posiblemente la orilla derecha del Esla, el curso medio del Tera y el valle de Vidriales.

La ZONA 4 incluye el ángulo nororiental de la provincia de León (comarcas de Valdeón y Sajambre) y en Salamanca la Ribera del Duero y el Rebollar (que viene a representar la zona del dialecto leonés oriental según el estudio clásico de Menéndez Pidal).

La ZONA 5, la menos conservadora del dialecto, comprendería todas las demás áreas –antes mencionadas de cada una de las provincias de León, Zamora y Salamanca. Y en ésta nos situamos, salvo en lo que se refiere al habla de Vidriales y del Tera, que se encuadrarían en la ZONA 3.

Algunas características sintácticas que el profesor Julio Borrego menciona de esta ZONA 5 son: ART. + POSESIVO: la mi güerta...; LA con valor neutro: ¡la hizo buena!...; CONST. PARTITIVAS: me trajo del vino caro...; CONCORDACIAS INESPERADAS: una poca cebada...; CAÍDA DE “D” TRAS PALABRA ACABADA EN VOCAL: una jarra vino...; HACER NO PRONOMINALES VERBOS PRONOMINALES: esta leña quema bien, esta tela rompe mucho, lavó las manos...; RICA GAMA DE PERÍFRASIS VERBALES (usadas también en otras zonas y en castellano antiguo): OBLIGATIVAS (ha de marchar, tiene de marchar), INCOATIVAS (quiere salir el sol, dan en venir los pájaros), PROBABILIDAD O CONJETURA (ha de tener ya veinte años, dejará de tener veinte años), OTRAS (hubo de caerse; no soy a subir; todo trae puesto el mandil...); PREFERENCIA POR “cantara” FRENTE A “cantase”; USO TRANSITIVO DE “CAER”, “QUEDAR”, “ENTRAR”: caí el vaso, lo quedé en la mesa, entra el carretillo...; uso del subjuntivo con interrogativas indirectas deliberativas: no sé qué haga, no sé si fuera o no...

Y otras de carácter léxico, como los leonesismos: jera, abese(d)o, agarimarse, adil, apechar, orvayada, bago ´grano de uva´, boraco, botillo, camuñas, empuntar, gurriato, lambrucias, morceña, borrajo, teso, trizar...

Benavente y sus aledaños pertenecerían, pues, a la ZONA 5. A muy poca distancia apenas 20 kms. comenzaría la ZONA 3, y ligeramente más lejos la ZONA 2.


­Apuntes biográficos sobre Ursicino Alonso Mayo

Hijo de María Mayo Barrios, y, por tanto, sobrino carnal de don Toribio Mayo como se sabe, procurador de los tribunales, y, en repetidas ocasiones Alcalde de Benavente Ursicino Alonso Mayo, nació en la villa condal el 25 de Octubre de 1915, aunque durante su mocedad se trasladaría a Badajoz, de donde era originario su homónimo padre, Ursicino Alonso Llorente. En la ciudad extremeña le sorprenderá el estallido bélico de 1936, acontecimiento que, como a otros muchos españoles de su generación, marcará, para siempre, su vida, siquiera sea porque la misma jornada en que el General Juan Yagüe vencía la resistencia republicana en la capital pacense, el 14 de agosto de aquel 1936, Ursicino se alistaba voluntario a la 1ª centuria de Falange, donde a las órdenes del Teniente don Roberto Álvarez de la Corte tomará parte – en calidad de falangista raso en diversas operaciones del corredor OlivenzaAlmendral-Barcarrota. Después vendrán los primeros ascensos en la organización militar falangista y la continuidad en diversos frentes del sur extremeño, en los que conoció, con toda su crudeza, las iniquidades de la guerra. A mediados de 1937 aplazará, temporalmente, su presencia en primera línea de fuego para realizar, en Sevilla, los cursos de Alférez provisional, tras cuya superación vuelve, ya como oficial, a la misma zona de operaciones, en la que vivirá los durísimos combates acontecidos en la ribera del río Zújar y Castuera y en la que permanece, hasta el final de la contienda, siempre en puestos de máximo riesgo.

Concluidas las hostilidades, condecorado con la medalla de la Campaña, una Cruz de Guerra y dos Cruces rojas al mérito militar,­ decide permanecer en el Ejército, por lo que buena parte de los años 1940 y 1941 se le localiza en la célebre Academia de Transformación de Infantería de Guadalajara, centro en el que ingresaban los oficiales de la infantería franquista que, procedentes de la escala de provisionales, deseaban convertirse en militares de carrera.

Su primer destino como teniente, en el Regimiento salmantino de La Victoria, no podía ser más premonitorio, puesto que en Ursicino se adivinaban – y el texto que ahora se publica lo corrobora tempranas y profundas inquietudes de amor por el estudio, la enseñanza y la investigación. No extraña entonces, encontrarle – tan moderno en el empleo como profesor de táctica en los Campamentos de las Milicias Universitarias de La Granja de San Ildefonso, a los que se le destinó los dos veranos que mediaron hasta su envío a Tánger, y en los que, a buen seguro, se sentía como pez en el agua. Tras la breve aventura africana, Ursicino recibe un nuevo encargo docente, esta vez en la Academia de Sargentos Provisionales de Tremp (Lérida), pero tal comisión no encubre sino un desplazamiento que le mantendrá, durante dos años, en Cataluña, bienio que coincide con los bríos renovados del “maquis” en 1944 y 1945, y al que se le encarga sofocar en las zonas de Pobla de Segur, Guardia de Tremp, Sort y Balaguer. A pesar de estos vaivenes profesionales, Ursicino encontrará tiempo para casarse, aquel 1944, con el amor de su vida, Pilar Benito Martínez, a la que había conocido durante sus fugaces estancias en Talavera de la Reina de 1941 y 1942.

Solventado un retorno fugaz a la frontera pirenaica, durante 1946, el ya capitán, Alonso Mayo será destinado a las unidades de lucha contracarro de San Lorenzo de El Escorial, pueblo del que no se moverá hasta su ascenso a comandante en 1954 y al que se sentirá, afectiva y espiritualmente unido durante toda su existencia. Son años en los que, a las labores habituales de un jefe de Compañía, se suman las que no desaparecerán nunca durante toda su carrera militar, es decir, las académicas, bien con retornos a los Campamentos de la IPS, bien como profesor de Tiro y Topografía para suboficiales, esquema que encontramos, idénticamente, reproducido durante su estancia de dos años en el Regimiento de Álava nº 22, con sede en Tarifa (Cádiz), donde, además de cultivar una profunda admiración por “Guzmán el Bueno” que daría sus frutos unos pocos años más tarde, añadió a sus horas de mando otras muchas más impartiendo los cursos preparatorios para el ingreso en la Academia de Suboficiales y las clases para el desarrollo de la Instrucción de Jefes y Oficiales, entre las que, aún, halló tiempo para estudiar inglés, idioma que traducía con corrección.

De vuelta a El Escorial, en 1957, y a pesar de estar destinado en la Plana Mayor del Batallón de cañones contra carro nº LVI, seguirá siendo inseparable de las labores docentes, al menos hasta el año 1959, fecha en la que se le nombra ayudante de Campo del General Francisco de Asúa, Gobernador Militar de Cáceres. A partir de aquí, el sosiego de su nuevo destino le permitirá dedicarse, con mucho mayor ahínco, a su – forzosamente minorada vocación de investigador. Coincidiendo con el 700º aniversario del nacimiento de Alonso Pérez de Guzmán rematará una monografía sobre el defensor de Tarifa que había iniciado en sus años gaditanos, un texto de factura competente y documentada que permanece, aún inédito, bajo el título “Alonso Pérez de Guzmán o la personificación de la lealtad”.

A caballo entre Menorca y Madrid – siguiendo la estela del General de Asúa pasará sus últimos años de carrera en activo, dedicado al estudio de su admirado Escorial. Así, en 1963, publica en la revista “Nueva Etapa”, del Real Colegio Universitario María Cristina, “El Escorial: una arenga en piedra”; al año siguiente, coincidiendo con “La Heráldica en el monasterio de El Escorial” rubricado por el bibliotecario del monasterio, don Luis de la Cuadra, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos Ursicino publica en la prestigiosa revista de investigación histórica, teológica y filosófica “La Ciudad de Dios”, un artículo de temática –parcialmente coincidente con aquél, titulado “Heráldica escurialense”, en el que el objeto estudio trasciende al propio edificio monástico para adentrarse en los blasones de la villa escurialense y del pueblo de San Lorenzo, y por el que conocemos la influencia que Ursicino tuvo en el blasonamiento de tal población, cuyo escudo municipal terminó por incorporar mucho de lo avanzado en su estudio. Por fin, en 1966, recién ascendido a Teniente Coronel y a las puertas de la reserva, repetirá, en la misma revista, con una aportación sobre “Las Grandezas de España” de Diego Pérez de Mesa (1590), obra de la que Ursicino consideraba su capítulo CXXIV como: “La primera guía de El Escorial”.

Retirado, honoríficamente, como coronel, en 1977, pasó la década de los ochenta entre Madrid y Talavera, escapándose, siempre que le era posible, a su querido Benavente. Después vino la muerte de Pilar, de la que no había tenido hijos, y, a continuación, una grave enfermedad, en cuyos padecimientos encontró los momentos más amargos de su vida, sólo confortados por alguna vieja amistad que acudía, puntualmente, al Hospital Militar “Gómez Ulla” para darle el parte de novedades de “Martínez Esparza”.

“En estos ratos de soledad, aquí en el campo, donde el silencio es más profundo y la imaginación vuela junto a remembranzas, mucha añoranza de tiempos pasados, felices tiempos ya para siempre perdidos, pero disfrutando, dentro de mi constante y profunda pena, en estos días de mi postrera andadura por la vida, de toda la belleza que Dios nos regaló en campos y cielo […]”, escribía en Toledo a comienzos del otoño de 1989, intentando, en cierta manera, reconciliarse con los zarpazos de una vida, que sabía, ya sobradamente, corta.

Manuel Fernández del Hoyo

28 feb 2009

La iglesia románica de Santa Marta de Tera. FERNANDO REGUERAS


Del antiguo monasterio medieval de Santa Marta de Tera sólo se conserla iglesia románica, parroquia de la localidad. Su importancia es notable por muchas razones. En primer lugar por la escasez de construcciones romáen la provincia, salvo en algunos centros urbanos (Zamora sobre todo, Toro y Benavente). Como supone Bango Torviso, tal vez al difundirse el romála mayoría de los núcleos habitados tenían un templo suficiente para seguir siendo utilizado. Sólo las poblaciones importantes sustituyeron las viefábricas por otras más modernas y, cuando los viejos edificios prerrománicos resultaron inservibles, el románico ya había pasado.
Santa Marta de Tera es, por otra parte, un hito fundamental del romáleonés, por originalidad y sinceridad de sus estructuras, sin apenas aditamentos posteriores, modelo canónico del románico pleno; por estado de conservación (a pesar de la disgregación en que se encuentran sus esculexteriores) y por sus vinculaciones arquitectónicas y relivarias con el conjunto pionero de iglesias del Camino de Santiago: catedral de Jaca, San Sernín de Toulouse y, especialmente, San Isidoro de León y catedral de Compostela.
En términos zamoranos, además, Santa Marta es el incunable de románico provincial y patrón de otras iglesias, especialmente Santo Tomé de Zamora.
Finalmente, atesora nuestra iglesia del Tera la más antigua imagen eurode Santiago peregrino, transformado hoy en difundidísimo icono gracias a la acuñación de una moneda de 5 pesetas, conmemorativa del año jubilar de 1993 con la imagen del apóstol en el anverso y el botafumeiro en el reverso; y la emisión de dos sellos en 1995 dedicados al Patrimonio de la Humanidad, uno con el Monasterio de Guadalupe y otro con el tramo español del Camino de Santiago y, sobre éste, el Santiago de Santa Marta.

El descubrimiento de Santa Marta de Tera, como se dijo más arriba, fue obra del entonces treintañero Manuel Gómez-Moreno cuando visitó la pro-43 vincia para la redacción de su Catálogo Monumental.
La idea de redactar un Catálogo Monumental de España que inventariase todas las riquezas patrimoniales del país, surgió en el ambiente regeneracionista posterior al desastre del 98: un estudio y catalogación preciso del patrique evitase su merma y deterioro, alarmante después de un siglo de abandono, guerras y desamortizaciones. En 1900, el marqués de Pidal, mide Fomento, a sugerencia de Juan Facundo Riaño, propuso al joven Gómez-Moreno para llevarla a cabo a pesar de las críticas del establishment académico (J.Amador de los Ríos, J.D. de la Rada Delgado), si no las reticende otros como N. Sentenach o F. de Cossio que, como dice M.ª E. Gómez Moreno, se consideraban los naturales destinatarios de tales encargos.
Aquel mismo año 1900 nacía el Ministerio de Instrucción Pública, del que acabó dependiendo el proyecto iniciado por Fomento, que nombró al joven investigador granadino para iniciar los trabajos. Gómez-Moreno decidió empezar por Ávila (1900-1901), a la que seguirán otras provincias del Duero: Salamanca (1901-1902), Zamora (1903-1904) y León (1906-1908). La empresa no era fácil, ni existían precedentes, ni aquí ni fuera, recuerda su hija M.ª Elena, para este tipo de afanes. Además "No había posibilidad de ayudante, ni de medio fijo de transporte, ni de laboratorio fotográfico. Los medios de trabajo, salvo el tren y la fotografía, equivalentes a la Edad Media, de la que no había salido la mayor parte de la población rural. A esto se añade lo accidentado del terreno, la pobreza del país,la dificultad de alojamiento y el recelo de la gente en enseñar cosas y facilitar datos ante la sospecha de que fuese un agente del gobierno para impuestos o incautaciones".
A pesar de las dificultades, pertrechado ya de las experiencias de Ávila y Salamanca, recién casado con Elena Rodríguez Bolívar (mayo de 1903), fiel compañera en sus andanzas occidentales, arranca en agosto de aquel mismo año su travesía zamorana.
La confección del
Catálogo de Zamora se planteó de manera distinta a los anteriores: en vez de los largos recorridos de un pueblo a otro, elección de unos cuantos, a partir de los cuales examinar la zona. El 13 de septiembre de 1903 se dirigen a Sanabria donde pasarán veinte días. Previamente visitan Astorga, a cuya diócesis pertenece todo el N de la provincia, para conseguir las pertinentes autorizaciones ante los párrocos. Parada en Benavente y Santa Marta, donde "descubre" nuestra iglesia.
El 24 de noviembre el matrimonio Gómez-Moreno sale para Madrid dando por concluida la primera etapa zamorana que retomarán entre junio y agosto de 1904. El 14 de junio llegan a Zamora desde donde Manuel viajará sólo a Benavente para visitar varios lugares cercanos, lo principal
"...la preiglesia románica de Santa Marta de Tera".
Redactado el Catálogo en 1905 (aunque, como se sabe, no se editará hasta 1927), la experiencia zamorana permitió a Gómez-Moreno publicar en los años sucesivos algunos obras claves sobre el arte medieval hispano: "San Pedro de la Nave, iglesia visigoda" (1906) que fijaba criterio sobre el discutido monu"El primer monasterio español de cistercienses: Moreruela" (1906) y "Santa Marta de Tera" (1908), estudio monográfico sobre nuestro santuario.
A esta entrega pionera, editada en el
Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (pp. 6-87), le sucederán las páginas del Catálogo de 1927 (pp. 182-186) y la breve reseña en su Arte Románico en España. Esquema de un libro. 1934, (p. 162). Gracias a su labor como Director General de Bellas Artes del Gobierno Berenguer, el conjunto fue declarado posteriormente Monumento Nacional (3 de junio de 1931) y poco después restaurado, bajo su dirección, por su amigo y discípulo, el arquitecto Alejandro Ferrant, como ya hemos tenido ocasión de estudiar.

algunas cuestiones en torno a la "autoría":
¿petrus deustamben?
Gómez-Moreno estableció las pautas básicas de la lectura del edificio y sus estrechas vinculaciones con San Isidoro de León. La escasa bibliografía posterior no ha pasado de aportaciones críticas puntuales, desde Kingsley Porter (1928) y Whitehill (1941) a Ramos de Castro (1978), Bango Torviso (1997 y 2000) y Rodríguez Montañés (2002).
En su contribución pionera en 1908, el sabio granadino supeditó las semejanzas de Santa Marta a la primera fase de la basílica leonesa, de fines del siglo xi (crucero, ábsides y portadas), obra de Doña Urraca, hermana de Alfonso VI, sin establecer ninguna relación con
Petrus Deustamben, autor de la segunda fase que se consagraría en 1149. Una hermandad que para Lampérez era sólo cronológica, pues disposición y estructura se asimilaba a lo visigodo.
Sin embargo, en el Catálogo de 1927 reconoce que Santa Marta es "obra magistral que ofrece las mayores analogías con el crucero de San Isidoro de León, como si acaso fuese de aquel Petrus Deustamben, que tan estimado era de Alfonso VII", atribución que desde entonces ha sido lugar común en la bibliografía.
Deustamben fue autor del cercano puente de su nombre sobre el Esla, hoy desaparecido, posiblemente levantado sobre otro anterior, romano, y que tuvo una gran importancia militar, económica y estratégica, como ha estudiano hace mucho R. González. Situado sobre el Esla casi en la confluencia actual con el Órbigo (entre Milles de la Polvorosa y Villaveza del Agua), dio lugar al desarrollo de una población, hospital de peregrinos y priorato depende la abadía de Benevívere (Palencia).
Su nombre alude a este personaje, conocido en la documentación como Petrus Deustamben o Pedro de Dios, maestro que participó activamente en la construcción de San Isidoro (donde recibió sepultura), aunque se ignora exaccuándo y qué obras realizó. Lo cierto es que el puente debía de estar terminado ya en 1140, según escritura que refiere las posesiones del obispo de Astorga junto al mismo.
Apenas poseemos datos sobre su vida y cronología. La mayoría proceden del epitafio de su tumba situada en el SO de la colegiata, donde se recuerda que:

"superedificavit ecclesiam hanc, (edificó esta iglesia), "fundavit pontem que dicitur de Deustamben" (construyó el puente que dicen de Deustamben), "et quia erat vir mirae abstinentiae, et multis florebat miraculis, omnes eum laudibus praedicabat. Sepultus est hic ab Imperatore Adefonso et Sancia Regina" (y que fue hombre de mucha penitencia que brilló por numerosos milaobjeto de unánimes alabanzas y fue enterrado [en la basílica de San Isidoro] por orden del Emperador Alfonso [VII] y la Reina Sancha.
El P. Risco, en la continuación de la España Sagrada de Flórez, le hace vivir equivocadamente en época de Fernando I (1037-1065). Sin embargo, el hecho de que fuera mandado enterrar por Alfonso VII (1126-1157) y probablemente fuese también el responsable de la terminación de la iglesia de San Isidoro (nunca posterior a 1125 a partir del análisis estilístico de las esculturas, según Durliat), presupone, sin duda, una cronología en torno al primer tercio del siglo xii, fechas que se acomodan bien con la construcción de Santa Marta. La dedicación solemne de 1149 en presencia de la familia real sería, en opinión del mismo investigador francés, una ceremonia relacionada con el cambio de estatuto de la iglesia, regentada desde hacía dos años por los canónigos regude San Agustín.
Nada sabemos del patrono y "arquitecto" de nuestra iglesia del Tera, aunque tampoco extrañaría que Deustamben y un equipo de lapicidas leopudieran estar detrás de las obras. La figura del artista itinerante se registra en el Líber Sancti Jacobi donde se da cuenta de los viatores que reparan una parte del Camino jacobeo en el primer cuarto del siglo XII y la confirman las estrechas semejanzas entre edificios distantes. Uno de aquellos sería Petrus Deustamben, que murió en olor de beatitud (como recuerda su epitaen una época en que la santidad fue frecuente culminación de una carrede ingeniero o constructor (Santa Domingo de la Calzada en La Rioja, San Lesmes y San Juan de Ortega en Burgos, San Raymond (Raymond Gairard) en Toulouse.
La hipótesis parece razonable, pero habríamos de matizar qué es y qué se entiende en esta época por "arquitecto".
Según S. Kostof, los arquitectos que emprendieron las obras de las iglerománicas debieron de ser expertos maestros de la construcción. La mayoría, seglares, conocedores de los secretos gremiales adquiridos sobre la geometría y mucha práctica en el manejo de la labra de piedra y la estática constructiva. La mano de obra, formada por cuadrillas itinerantes de alba-ñiles, estuquistas, canteros, vidrieros, etc. llegaba al solar de un proyecto importante, a menudo desde lejos, e instalaba un taller donde se formarían los talentos locales que, al poco tiempo se dirigían a otros lugares. Entre estos artesanos acabarán destacando algunos oficiales y maestros por su especial habilidad en las labores edilicias y de diseño, que paulatinamente darán lugar a la recuperación de la figura del arquitecto. Una imagen que aparece ya defien el siglo XIII según las conocidas palabras del escritor y predicador dominico Nicolás Virad: "los maestros albañiles con varas de medir y guantes en las manos dicen a los demás, "cortad aquí", y ellos no hacen nada, pero cobran los honorarios más altos...".
En realidad, el término arquitecto aparece cada vez con menos frecuenen los textos a partir del siglo VII y, cuando se utiliza, su uso se refiere en conjunto a los albañiles sin distinción profesional específica. Lo más habitual es que, cuando en los documentos encontramos verbos comofecit, construxit, aedificavit, se refieran, casi sin excepción, al promotor. A veces el término preciertas resonancias místicas y se aplica de nuevo al patrono. Un caso bien conocido es el del obispo Gelmírez, acreditado como "sapiens architectus"por la Historia Compostelana, frase que procede de San Pablo (I Cor. 3,10). El concepto clásico, vitrubiano, del arquitecto se había ido desvaneciendo prosiendo sustituido por el de arquitecto como maestro de obras (magister operis, caementarius, lathomus, caputmagister), ya no un teórico liberal, sino un perito en el manejo de materiales, experto en cantería, carpintería o albañilería que, como hemos dicho, solía proceder de las filas de las artes de la construcción, de donde lentamente emergerá el nuevo profesional liberal.
La iniciativa de las construcciones eclesiales, recuerda Moralejo, recaía normalmente, en las catedrales, en el obispo y el capítulo, en monasterios y colegiatas, en abades y priores, de acuerdo con sus respectivos capítulos.
Unos y otros delegaban después su autoridad en gestores que en Compostela fueron el mestre del capítulo Segeredo y el abad Gundesindo. Inmedespués se llamaba a un "arquitecto",
magister operis, maestro encargado de la obra en cuestión.
Como había pocos maestros instalados en las ciudades -escasamente pobladas y a menudo construidas en madera- estos canteros solían venir de lejos, sobre todo, cuando el monumento que erigir exigía la posesión de gran pericia técnica y agudo sentido artístico. Es posible, recuerda nuestro autor, que ese fuera el caso de Bernardo el Viejo y Roberto de Compostela o
Petrus Deustamben de León.
El maestro de obras constituía luego su equipo de tallistas de piedra y operarios que, en parte, eran una mano de obra móvil. En el caso de Comel número considerable de lapicidas imponía tal hecho de manera imperativa. Se puede, pues, admitir que son las condiciones mismas del ejerdel oficio de "arquitecto" u operario las que favorecieron la difusión de técnicas, modos de construcción y modelos edilicios a lo largo de las rutas de peregrinación jacobeas. La falta de presupuesto y las consiguientes paradas en las canterías (como ocurrió en Compostela entre la caída en desgracia del obispo Diego Peláez en 1087 y la llegada de Gelmírez en 1100) facilitaron asila movilidad de maestros y equipos en busca de nuevas obras. Entre ellos figuraban los escultores. Debían de aprender a menudo su oficio en las canterías y el
magister operis distinguiría a los más hábiles de los tallistas poniéndolos a prueba. Incluso él mismo acumularía frecuentemente las dos funciones. Muchas veces, señala Moralejo, cuando se produce la interón de un nuevo "arquitecto" en un edificio, tal hecho suele acompañarde una ruptura paralela en la decoración escultórica (Colegiata de Saint Gaudens, próxima a Toulouse). Sin embargo, es muy difícil diferenciar la marca de la personalidad de un escultor sobre la totalidad de la obra, bien por la participación personal o por la de sus discípulos (Maestro de Jaca).
Santa Marta de Tera. MONASTERIO E IGLESIA. ABADÍA Y PALACIO. pp. 47 a 53 Fernando Regueras Grande. C.E.B. Ledo del Pozo

El hospital de la Piedad



El hospital de la Piedad de Benavente constituye uno de los escasos ejemplos de instituciones benéficas civiles que han permanecido fieles, durante prácticamente cinco siglos, a su espíritu fundacional, y todo ello pese a los múltiples avatares históricos por los que ha pasado. Expoliado durante la Guerra de la Independencia, tras la Desamortización sirvió como cuartel y también como sanatorio militar. En la actualidad, el edificio acoge una residencia de ancianos atendida por la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados.

Aunque su última dedicación no se ajusta estrictamente a sus estatutos fundacionales, podemos considerar, en cualquier caso, que se ha mantenido la filosofía primitiva de asistencia a personas necesitadas.

Este edificio, declarado Bien de Interés Cultural en el año 2003, no es más que una muestra de los diferentes hospitales y asilos que tuvo la villa de Benavente. Es el caso del Hospital de San Antón, regido por canónigos regulares de San Antonio Abad que aún existía en 1738. Hoy nada queda de él, a no ser el nombre perpetuado en el Barrio de las Eras de San Antón. El Hospital de San Juan Bautista, perteneciente a la Orden de San Juan de Jerusalén o de los Caballeros de Malta, fue posteriormente reconvertido en Hospital Provincial. El Hospital de San Juan de Letrán, fundado hacia 1595, tenía su sede en la desaparecida Casa del Tinte. También deben citarse los hospitales de Santa Cruz y San Lázaro, de orígenes medievales, y el Hospital de San José o de Convalecientes, fundado en 1685, y desaparecido como tal en la pasada centuria.

La fundación del Hospital de la Piedad se debe al quinto Conde de Benavente, Alonso Pimentel (1499-1530) y a su esposa, Ana Fernández de Velasco y Herrera. Levantado a partir de 1517, para su ubicación se eligieron los solares de la antigua iglesia y hospital de Santa Cruz. Fiel testimonio de todo ello es la inscripción en caracteres góticos aún legible en la portada principal:

«ESTE HOSPITAL HIZIERON E DOTARON LOS ILUSTRES SEÑORES DON ALONSO PIMENTEL, QUINTO CONDE E DOÑA ANA DE VELASCO E HERRERA, SU MUJER, Y TITULÁRONLO DE NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD PORQUE NUESTRO SEÑOR LA AYA DE SUS ÁNIMAS; COMENÇOSE E DOTOSE EN EL AÑO DE MDXVII; ACABOSE EN EL AÑO DE XVIII»

La finalidad y dedicación jacobeas del centro quedan perfectamente definidas en el preámbulo de las ordenanzas de 1526: "porque los pobres e peregrinos que pasan por la villa de Venavente en romería a Santiago e a otras muchas partes e peregrinaziones recivan caridad e ayuda, e los enfermos sean curados e hallen saludable descanso e mitigazión de sus travajos, acordaron de fundar e dotar una cassa y hospital en la dicha villa de Benavente".
El Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, creado pocos años antes, constituyó el referente principal para los condes a la hora de establecer el modelo de funcionamiento. Esto es evidente y manifiesto tanto en los trámites seguidos para la fundación -muy similares en ambos casos-, como en la búsqueda de la protección papal a través de diversas mercedes y privilegios. El volumen creciente de peregrinos que a través de la Vía de la Plata se dirigían a venerar la tumba del Apóstol debió mover a los condes a acometer una fundación de estas características.
El funcionamiento interno de esta institución aparece minuciosamente detallado en las mencionadas ordenanzas de 1526. La administración del centro quedaba en manos de una hermandad de cien cofrades bajo la autoridad de dos abades, admitiéndose tanto a los legos como a los clérigos. Los matrimonios eran considerados como un sólo cofrade a efectos de contabilización. Las principales responsabilidades de gobierno recaían -aparte de los abades- en seis diputados, el mayordomo de la Hacienda y el mayordomo del Hospital. Completaban el organigrama seis capellanes -uno de ellos debía ser conocedor de lenguas extranjeras-, el físico, el cirujano, el barbero, el enfermero, el boticario, el cocinero, el despensero, el sacristán y otros oficiales y servidores diversos. Los pobres sanos y peregrinos eran recibidos por el administrador, proporcionándoles fuego, agua y cama por una noche, siguiendo la costumbre de otros centros similares. Para evitar la picaresca se les señalaba sus bordones, eliminando así la posibilidad de una vuelta injustificada.
El edificio fue construido en piedra en sus partes más nobles como la portada, el zaguán y el patio, y en tapial, ladrillo y madera para el resto. Diversos titulares del condado realizaron mejoras y ampliaciones a lo largo de su historia, a la vez que contribuyeron a su mantenimiento con donaciones y rentas. Las últimas reformas las hizo la condesa-duquesa María Dolores Tellez-Girón (1859-1939), una rama de la casa de Osuna a la que fue a parar toda la de Pimentel al extinguirse su linaje varonil. Como resultado de todo ello la planta y estructura originales han sido notablemente alteradas.
La portada, encuadrada dentro del Gótico final, pero con claras influencias renacentistas en su decoración constituye un interesante ejemplo de transición entre el Gótico de los Reyes Católicos y el Plateresco. Está realizada en piedra arenisca y preservada del suelo mediante un zócalo. La portada se ordena en torno a un gran arco de medio punto de generoso dovelaje y recuadrado por un alfiz. Bajo la cornisa lleva la ya indicada inscripción en letras góticas. Preside el cuerpo superior un alto relieve con la escena de la Piedad flanqueada por sendas pilastras cajeadas. A ambos lados campean también los blasones de los fundadores, rodeados de láureas. A la izquierda las armas de los Pimentel, con sus características veneras y las fajas bicolor, y a la derecha las de los Velasco, que constan de calderos con cabezas de sierpe en sus asas y los simbólicos ochos propios de la familia Herrera. Remata el ático un frontispicio con una cruz, una venera en su centro y dos flameros o candeleros a los lados. Se adorna todo el conjunto con detalles de decoración vegetal estilizada y fina labor de grutesco. En la puerta de entrada son de admirar las aldabas realizadas en hierro forjado, de la misma época que la fachada, en las que se ha venido reconociendo a los apóstoles Santiago y San Pedro. Ambas constan de su correspondiente figura bajo chambrana, chapa calada y pilaretes.
En el interior del edificio, después de atravesar el zaguán, se accede a un hermoso patio de planta cuadrada. Se organiza en pandas de cuatro arcos de mediopunto ligeramente peraltados, salvo la crujía de la capilla que presenta tres arcos escarzanos, tal vez para realzar y centrar la entrada al templo. Dichos arcos apean sobre gruesos pilares circulares con capiteles de orden dórico. En el piso superior, actualmente acristalado, se desarrollo otro orden de arcos de menor altura. Destacan especialmente en este cuerpo superior los antepechos de cantería labrada decorados con tracerías góticas, uno de ellos con un escudo de los Pimentel.
En la capilla del Hospital, muy alterada por las reformas, existen algunos elementos artísticos de interés. La verja es de hierro forjado, adornada con un friso de motivos góticos. Engalanan las paredes de la capilla, al pide de la bóveda nervada del cimborrio, los escudos policromados de Alonso Pimentel, V Conde de Benavente, y el de su esposa. También debe reseñarse una talla románica de la virgen con el niño, una pintura italiana, el órgano y el conjunto escultórico de la muerte de San José, del siglo XVII, este último restaurado para una de la ediciones de la Edades del Hombre.
Existe otra puerta monumental de acceso, casi oculta al fondo de un callejón con entrada desde la Calle Santa Cruz. Fue levantada en 1800 bajo el patronazgo de la XV condesa, María Josefa Alonso Pimentel (1763-1834), coincidiendo con una serie de obras de ampliación y reforma de la fábrica primitiva. Se trata de una sobria portada de aire neoclásico, con arco escarzano, breve entablamento liso, frontón triangular moldurado y remate de bolas apiramidadas sobre peanas. Preside el tímpano el blasón de la familia.

Rafael González Rodríguez

Iglesia de San Juan del Mercado

A diferencia de lo que ocurría con la iglesia de Santa María del Azogue, en el caso de San Juan del Mercado conocemos documentalmente el inicio de su construcción. La obra fue iniciada por Doña Eldoncia, hija de los Condes Osorio y Teresa, que en 1181 se encontraba en Benavente construyendo una iglesia, “de sillares de piedra cuadrados” con el consejo y autoridad de la Orden del Hospital de San Juan. Una construcción románica de piedra, era muy costosa en aquella época y pronto se dio cuenta de que sin ayuda económica no se podría llegar a culminarla. Por ello recurrió a la Orden del Hospital de San Juan y a su Prior en España, Pedro de Areis. Estos le otorgaron varias rentas y bienes inmuebles en Benavente, Santa María de Requejo (actualmente despoblado), Villaquejida, Villafer, Arrabalde, Maire de Castroponce y otros lugares.
Debido a esta ayuda el templo pasó a la protección de los caballeros del Hospital y tomó la advocación de San Juan, nombre que en la actualidad se mantiene. La encomienda que poseía la Orden en Benavente, se encargó de supervisar las obras, a través de un procurador. El documento del que estamos hablando, sobre el inicio de su construcción, fue firmado en septiembre de 1181 y entre los confirmantes figuran algunas de las personas que participaron en la repoblación de Benavente en época de Fernando II.
Al año siguiente (1182) debió ser consagrada la cabecera de la iglesia, a cuya fecha corresponde la inscripción que en la actualidad se puede ver en un lateral del templo junto al altar mayor.
El carácter sanjuanista del templo se mantuvo a lo largo de toda la Edad Media, como lo prueban los escudos y sepulcros que existen en su interior. La iglesia de San Juan del Mercado presenta un estilo románico más puro que su contemporánea Santa María, sin embargo no se cubrió finalmente con bóvedas, sino que en la actualidad existe una cubierta de madera con un tejado a dos aguas.
La planta de la iglesia tiene tres naves con un crucero que no sobresale del conjunto. La cabecera es la típica románica con tres ábsides semicirculares, similares a los de Santa María del Azogue, pero con una decoración de taqueado jaqués en las impostas, similar a los edificios situados en el Camino de Santiago.
El templo tiene tres portadas, todas ellas del más puro estilo románico, destaca, por el amplio desarrollo iconográfico la situada al mediodía, recogida bajo un arco apuntado, la cual tiene ciertas semejanzas con el famoso pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. El tema central y más importante, es el colocado en el tímpano: la Adoración de los Reyes Magos, que es el nombre con el que se conoce toda la puerta. En el centro aparece la Virgen con el Niño sosteniéndolo entre los brazos y a su derecha están los Reyes Magos en actitud de presentar sus ofrendas. A la izquierda, un poco apartada, está la figura de San José dormitando apoyado sobre un bastón. En el resto de la portada aparecen escenas relacionadas con el nacimiento de Jesucristo. En el centro de la primera arquivolta aparece la Estrella de Belén, también pueden reconocerse a los Magos ante Herodes, ante quien hace guardia un soldado con la espada en alto, con un largo escudo y vestido con una maya típica de la época medieval. A la izquierda de la estrella se ven los pastores durmiendo y junto a ellos varios ángeles incensando.
Son también de destacar las seis esculturas adheridas a las columnas que representan a los profetas, reconociéndose entre ellos a Moisés, David y el precursor (San Juan Bautista) vestido con pieles; adornan los modillones una cabeza de toro y un sonriente ángel señalando un libro abierto en el que se lee “Mateus” y las primeras palabras de su evangelio. En la primera portada están los símbolos de los cuatro evangelistas. Todas las figuras de esta monumental puerta presentan algunos restos de su antigua policromía, predominando los tonos rojo, azul, verde claro y amarillo, el primero, sobretodo en los fondos y miembros de la arquitectura que se realizaron en el siglo XIII. En el amplio intradós del arco principal se ven los restos de antiguas pinturas, según Gómez-Moreno corresponden a los ancianos del Apocalipsis, sentados en parejas en doce filas, con sus coronas y ropas de varios colores en campo rojo.
Las otras dos portadas son más sencillas, sin tímpano, destacando la decoración de tipo esquemático a base de lóbulos y entrelazado, con algunos animales de tipo mitológico. La correspondiente al lado norte daba paso a un claustro desaparecido, es pequeña, y es similar a la de Santa María del Azogue, aunque bastante simplificada.
En el interior de la iglesia se encuentran algunos restos de pintura destacando un fresco bastante deteriorado en el muro derecho. Representa a la Virgen con su Hijo muerto en sus brazos junto a la cruz.
En escultura destacan algunas piezas procedentes de las iglesias de Benavente ya desaparecidas. Hay una Piedad que procede del monasterio de los Jerónimos. San Antonio Abad que estaba en la iglesia de San Antón y San Ciprián procedente de la de San Miguel. También existe algún retablo gótico, muy deteriorado y con remiendos, guarnecido por una moldura romana, del siglo XVI y que contiene tableros de temas de San Ildefonso, el Nacimiento y la Epifanía; y dos parejas de Apóstoles dentro de arcos sobre fondo de oro. El conjunto se atribuye a algún discípulo de Juan de Borgoña.

La Iglesia de Santa María del Azogue de Benavente

La Iglesia de Santa María del Azogue de Benavente. Elena Hidalgo. C.E.B. “Ledo del Pozo”. 1995.

I

LA FUNDACIÓN DE SANTA MARÍA DEL AZOGUE

Las circunstancias que rodearon la fundación de Santa María del Azogue se desconocen, pero po­demos aproximarnos al acontecimien­to a partir de algunos datos indirectos. En lo referente a la fecha, el primer dato nos lo proporciona Gómez Moreno (1927), que tuvo ocasión de transcribir un epitafio, ahora en muy mal estado, que está grabado en el muro del crucero, junto al ábside Sur:

"Hic (requiecit) / dop(na Mar)ia ore

/ pro ea era M CC LX / IIII idus madii"

Así pues, esa parte del crucero ya estaba construida en el año 1226.

El análisis comparativo entre las iglesias de Santa María del Azogue y de San Juan del Mercado, también de Benavente, nos permite acercarnos más a la fecha. Por un lado, según Prieto Morillo (1992), las marcas de cantero que aparecen en los sillares de ambas iglesias, son, con frecuencia, las mismas, lo que indicaría que estos can­teros trabajaban en los dos templos, posiblemente a la vez. Por otro, la si­militud en el tratamiento de algunas partes de ambas iglesias, sobre todo en sus puertas del Norte, nos lleva a la misma conclusión.

La Iglesia de San Juan del Mercado tiene una inscripción en la puerta que comunica el ábside central con el del Norte. En ella aparece una fecha que puede tener que ver con su construc­ción: 1182, pero que no puede ser la del comienzo de las obras, pues, según un documento del Archivo Histórico Nacional fechado en Septiembre de 1181, ya se estaba construyendo en­tonces, aunque tampoco dice en qué fecha comenzaron las obras. La iglesia de Santa María tuvo que construirse a partir de una fecha próxima a esa.

El maestro de obras que comenzó la iglesia también se desconoce, pero, si San Juan y Santa María se comen­zaron a construir en fechas próximas, también es posible que su constructor sea el mismo. ¿Quizá el Maestro Giralte que menciona la Carta Puebla? ¿Podría ser éste la persona cuyo epitafio aparece en la jamba izquierda de la Puerta de la Epifanía de San Juan, co­mo sugiere Grau Lobo (1993)?

Tendrían, pues, ambas iglesias co­mienzos similares, salvo, quizá, en un punto: Su fundador.

Según el documento de Septiembre de 1181, antes citado, la iglesia de Juan del Mercado comenzó a cons­truirse a expensas de Doña Eldoncia Osorio, que transfirió la obra en esa fe­cha a la Orden del Hospital de San Juan (Malta), en cuyo poder estuvo la iglesia durante siglos.

No se conoce ningún documento que haga referencia al fundador de Santa María, pero tienta atribuir ésta al rey repoblador, Fernando II de León, que, en un documento fechado el 10 de Marzo de 1181, dona sus heredades de Vidriales, Tera y Carballeda para que "podáis edificar allí un templo y hospi­tal... por el remedio de mi alma y la de mis antepasados". ¿Puede ser Santa María la iglesia que se pretende cons­truir con la donación real? ¿Fundaría el rey una iglesia de inferior categoría que la de Doña Eldoncia Osorio? Si fue así, Santa María sería el fruto de una do­nación "pro anima", hecho bastante ha­bitual en aquella época. La donación parece proporcionada a los objetivos.

En cualquier caso, la iglesia de San­ta María acabaría convirtiéndose en la Mayor, como también se la denomina, pues en ella han tenido y tienen lugar cuantos actos religiosos conciernen al conjunto de la ciudad.

La iglesia está consagrada a Santa María, como las principales iglesias de su tiempo y como la mayoría de los monasterios del Císter que son contemporáneos de ella. La palabra Azogue, que viene del árabe As-sûq, mercado, acompaña a Santa María desde el principio, debido a que ya entonces se celebrara éste en su en­torno.

El impulso inicial de las obras no fue suficiente para concluirlas, en par­te por su magnitud, pero también por las vicisitudes históricas, tanto naciona­les como locales, que han hecho de Santa María un verdadero muestrario de estilos y materiales, lo que la con­vierte en un impresionante referente histórico y artístico.

Las sucesivas etapas constructivas servirán para dividir el estudio de esta iglesia. Cada una de ellas se iniciará con una referencia al contexto histórico y artístico de ese momento, para pa­sar, entonces, a analizar lo construido en este período y las demás obras ar­tísticas, fundamentalmente esculturas y pinturas, que se añadieron a la cons­trucción o que fueron agregadas a la iglesia de Santa María tras la desapa­rición de otros templos y conventos de Benavente.