13 feb 2011

Apuntes sobre el habla de Benavente. URSICINO ALONSO MAYO

Presentación

Apuntes sobre el habla de Benavente surgirá, entre muchos otros factores, gracias a la publicación de “Notas sobre el habla de Benavente”. Este artículo será el pretexto, el acicate, para que Ursicino Alonso (1915-1989) se decidiera a redactar, con el fin de publicar, sus elaboradas observaciones sobre las peculiaridades lingüísticas de los benaventanos. Un trabajo que llevaba haciendo desde hacía muchos años y que se había detenido un tanto. Efectivamente, Ursicino Alonso hasta el año 1935 se había esforzado en anotar el vocabulario “diverso” de Benavente, el que no incluiríamos en lo que suele denominarse “estándar”. Y en pleno proceso se encontraba esos años: recopilación de vocabulario benaventano con el fin de ambientar una novela anclada en la sociedad de la época, densa en costumbres, ritos, relaciones humanas... cuando llegaron los tristes años de la guerra, en la que nuestro autor participó activamente. Como consecuencia, sus anotaciones acabaron olvidados en un cajón... Hasta que D. Francisco Ynduráin logró indirecta, y también directamente, que despertaran de su olvido. Y lo cierto es que allí se encontraban sus “Apuntes” hasta que a finales de 2005 un amigo de Ursicino José Eulogio González Pérez le entregó el manuscrito a Manuel Fernández del Hoyo, y posteriormente Manuel lo entregó a quien suscribe esta presentación, con el fin de someter su posible publicación a la aprobación de la junta directiva del Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, como así fue. Poco después comencé a mecanografiar el texto mientras Manuel indagaba acerca de la vida de Ursicino: extremo este de enorme dificultad al no contar con hijos ni familiares próximos que pudieran darnos abundantes pormenores de su vida. Quizá cuando este libro ya sea público podamos obtener nuevas informaciones, que, sin duda, serán bien recibidas.

En el Tomo XXXII (1976) de la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares aparecerían 11 páginas que valoramos como únicas, por su valor, no solo en lo afectivo de quien ama un lugar, unas gentes y sus costumbres*... sino del investigador de altura, del intelectual, de prestigio reconocido, que, aunque no esté en su terreno, sí sabe cómo deben hacerse bien las cosas en el campo de la Ciencia y Cultura. No son páginas muy conocidas del público benaventano ni muy accesibles en general. Bien merece la pena recordar este trabajo de D. Francisco Ynduráin: el pequeño glosario que aportó en su artículo lo constituyen casi una veintena de dichos, refranes, adagios y medio centenar de vocablos.*

De las notas de D. Francisco Ynduráin pasamos a los apuntes de Ursicino Alonso Mayo, como el mismo los denominara. De entrada, se plantea unos cimientos teóricos sobre los que asentar sus observaciones y reflexiones lingüísticas. No vamos a encontrar un sinfín de citas bibliográficas ni gran aparato teórico; sí, en cambio, demostrará en todo momento la utilidad de su vasta cultura clásica y un fino instinto para acogerse a unos pocos planteamientos (consistirán éstos en citas muy extensas que justifica adecuadamente) provenientes de lingüistas e investigadores líderes en su campo. Varios de estos planteamientos provienen de artículos periodísticos. Será principalmente el diario ABC la fuente más utilizada para este cometido.

Así lo demuestra con su decisión de acudir a Manuel Alvar para empezar su disertación. Acierta, de entrada, poniendo sobre la mesa el concepto de “habla”*. A este respecto establecerá que la de Benavente sí puede considerarse “habla”, con características que la diferencian en relación con sus comarcas aledañas; si bien, concluye aportando un matiz adjetivo: considerará a la de Benavente “habla comarcal”.

En segundo lugar, también estamos con él en la necesidad de buscar al habla objeto de estudio su ascendencia, su parentesco evolutivo, en lo posible. Plantea un serio trabajo previo sobre el corpus lingüístico obtenido en sus investigaciones. Y aporta jugosas reflexiones sociolingüísticas:

Benavente pertenece al área del idioma castellano y está en los límites del dialecto astur-leonés, pero si su habla solo estuviera formada por el castellano normal actual “adialectado” por el astur-leonés, no sería una habla propiamente dicha: sería solo un castellano más o menos influido por dicho dialecto. Para tener entidad propia necesita más ingredientes. ¿Cuáles? Pues una mezcla de varios que la hacen diferente: poseer vocablos propios, indígenas; dar una particular modificación a otros; mantener vivas palabras olvidadas (muertas) en otros lugares; incrustar en su modo de expresarse palabras incluso de origen más o menos lejano; usar vocablos de correctísimo castellano, sí, que figuran en el D.R.A.E., sí, pero que se utilizan en otros lugares del dominio castellano muy poco o no se utilizan, y, hasta son desconocidos por muchos, innumerables castellano-parlantes, y en la zona de este habla son de uso cotidiano; emplear vulgarismos y hasta “chulismos” desechados por los bien parlantes de otros territorios del castellano, pero que en éste son normales por ser de uso coloquial habitual (también el mal decir forma habla cuando no es jerga), y, conservar arcaísmos en desuso general.

Acto seguido reflexiona sobre los factores que contribuyeron a la conservación del habla de Benavente, para lo cual expone una exhaustiva argumentación igualmente de carácter sociolingüístico, aunque hay que aclarar su posterior advertencia de que los factores aludidos se refieren al primer tercio del siglo XX. Pues, obviamente, algunos de dichos factores no sirven para analizar la realidad benaventana posterior. A saber:

  • Relativo aislamiento.
  • Capital de la comarca.
  • Nudo de comunicaciones “neutralizado”.
  • Baja renta.
  • Bajo nivel instructivo.
  • Escasísimos lectores, inexistencia de bibliotecas, prensa, radios.
  • Más relación con León que con Zamora.
  • Población autóctona de apenas inmigración.
  • Gentes poco viajeras.
  • Orgullo por las peculiaridades del habla.

Y al igual que revisa factores de conservación, reflexiona sobre el futuro del habla benaventana. Se plantea, siguiendo los dictados del maestro D. Ramón Menéndez Pidal, si los factores de conservación vencerán a los de innovación... Y si Pidal veía más fuerza en la conservación Ursicino Alonso Mayo observa con perspicacia que nuevos factores se imponen y son poderosos: la masiva intercomunicación, viajes turísticos, de estudios... la expansión y fortaleza de los medios de comunicación: prensa, radio, cine, y especialmente la televisión..., las modas, etc. Todos ellos constituyen un decisivo motor de cambio lingüístico. Y además se lamenta de que el que cambio no es para bien, sino para mal: lenguaje empobrecido, plagado de muletillas y de neologismos bárbaros. Así lo corroboran los numerosos artículos de prensa que claman ante este proceso. Para abordar este asunto recurre a lo que tres eruditos plantean sobre este problema desde las tribunas públicas de la prensa: Julián Marías, Manuel Alvar, Francisco Nieva. Se trata de extensas citas, que justifica así:

Es muy probable que el lector que haya seguido hasta aquí la lectura de mis apuntes, opine que éstos parecen más una miscelánea general sobre el lenguaje que unas notas dirigidas a ilustrar sobre el habla de Benavente, pero yo quiero aclararle que todas estas extensas transcripciones, no son tan ajenas como puedan parecer al tema central: son una buena “ayuda” muy aprovechable, unas aparentes circunvoluciones que me llevan, aunque sea por caminos no muy directos, al fin propuesto.

Justamente serán estos momentos en los que acude a los tres estudiosos donde nos enteraremos de que el 24 de septiembre de 1987 se encontraba redactando este trabajo. La fecha es una referencia; a ella se acoge como observador externo, el que ha conocido un habla 50 años atrás y que, en sus cada vez menos frecuentes viajes, se sorprende de los cambios que se han producido. Se sorprende especialmente por las pérdidas y sustituciones de palabras y costumbres de gran tradición. Observa un empobrecimiento, una cierta degradación... una desbordante estandarización, pero no para bien, pues ve más empobrecimiento que otra cosa. Se plantea si sus reflexiones de 1987 habrán perdido vigencia el día que lleguen al lector, si llegan. Juzgue el lector, pues.

Ciertamente caben variedad de opiniones. Sin embargo, no creo fácil llegar a un acuerdo. Si tuviéramos que responder rigurosamente esta cuestión no deberíamos esquivar un estudio amplio, alejado de las meras observaciones superficiales y pareceres subjetivos. Deberíamos consensuar qué significa empobrecimiento e, igualmente, establecer un marco, unas referencias en cuanto al habla de Benavente.

No solo sucede en Benavente y su comarca, sino también en muchos otros lugares en los que hace 100 años se hablaba de modo un tanto peculiar, más o menos alejado del castellano estándar del momento: cientos de lugares distribuidos por los territorios lingüísticos españoles, ámbitos dialectales, idiomáticos, más o menos alejados de los tradicionalmente castellanos. En la mayoría de esos lugares probablemente los cambios lingüísticos también han sido brutales. Aunque quizá haya que exceptuar ─por el apoyo recibido más tarde─ los pertenecientes a los dominios de las otras lenguas españolas: gallego, vasco y catalán. No obstante, incluso en estos ámbitos idiomáticos es seguro que las expresiones relacionadas con el mundo rural, al igual que éste, habrán sufrido una gran reducción. Hoy día son muchísimas las palabras que ya no son conocidas ni usadas, principalmente por los más jóvenes; pero ¿el habla de un joven de hoy es más pobre que la de uno de ayer? Quizá tengamos que matizar en qué campos de conocimiento, o de qué edades estamos hablando y, especialmente, en qué nivel de estudios, aparte de considerar aficiones, viajes, conocimiento de idiomas... Las variables también son otras. No es fácil la comparación, y de hacerla, ¿con qué fin?

Tras esta primera parte de consideraciones teóricas Ursicino Alonso Mayo aborda breves capítulos que ilustrarán la sociedad benaventana del primer tercio del siglo XX. El primero lleva por título “Benavente, tierra de fronteras”. Observa que la comarca de Benavente “Como tierra de frontera lingüística se queda en un relativo tradicionalismo y en un indeciso progresismo”. Avisa de que no va a recorrer un camino tan transitado: lo dice quien se ha preocupado de informarse bien, en profundidad, con respecto a los estudios dialectológicos, específicamente los referidos al ámbito leonés. Sí nos facilita varios datos relativos al concepto de “frontera lingüística”, referidos a diferentes rasgos observados en los mapas lingüísticos. Tal condición fronteriza, advierte, ha sido decisiva en la conservación de su habla: «Sí; en el brasero del habla benaventana aún humea algún tizo gallego, se consumen rescoldos bables y quedan bastantes brasas leonesas sobre todo. Y ese conjunto hace que Benavente muestre más variedad de vocabulario que otras zonas del castellano: porque conserva vocablos leoneses, asturianos, gallegos… más los usuales del castellano actual. Haber sido zona de frontera lingüística produce, a veces, estos efectos saludables, a mi modo de ver.»

Algunos de los rasgos lingüísticos que ya ha anunciado prefiere detallarlos un poco más en el apartado “Modalidades y peculiaridades”: frecuencia de los diminutivos ín(a), ico(a); algunos casos de ñ inicial; cambios l/r; “quedar” por ´dejar caer´; fuerte pronunciación de las eses; natural pronunciación de los finales ado, ido; etc. Resulta sugestiva su teoría para explicar el vocablo “manada” y también muy atrayente para un benaventano su estudio de la palabra “Sinoga”.

Mención aparte su explicación sobre lo que denomina “tonillo-son” benaventano: no pocos se sentirán identificados con la experiencia personal de Ursicino cuando alguien de fuera (excepto los gallegos) (o estando fuera) les identifica con el ámbito gallego.

No descuida los aspectos etnográficos, y de modo similar al de F. Ynduráin, rescata jugosas aportaciones de nuestro patrimonio oral (dichos y refranes); especialmente recuerda coplas y cantares que para él tienen importancia, pues le hacen revivir momentos felices de la infancia, fiestas de Benavente, tradiciones de un espacio vital y sentimental.

En “Jugar a etimologías” Ursicino demuestra, además de su vocación filológica, su pasión por la historia. No defraudará a los amantes de las etimologías y onomástica. Si bien en el plano onomástico se maneja con mayor subjetividad, además de que es un área muy influida por modas y “medios”. Imposible hoy defender, anhelar, si acaso, la perdurabilidad de la tradición onomástica. Lo cual no hace mermar el interés que dicho tema pueda suscitar en el lector, además de abrir a los estudiosos un camino lleno de posibilidades.

En cuanto a la toponimia, construye unos buenos cimientos sobre los que asentar una teoría en torno a Intercazia, Brigecio, Malgrat, Benavente. Reflexiones, si no definitivas, sí aclaratorias e interesantes. Revisa las conocidas indagaciones de José Ledo del Pozo y algunas de las conjeturas etimológicas que han surgido en torno al topónimo Benavente: nombre puesto por los romanos; por los árabes; posibles raíces hebreas; responsabilidad del rey Fernando II...

Acabará inclinándose, no por la de ´buenos vientos´, sino por la de “Bienvenido”.

Sus reflexiones finales, antes de ofrecernos el vocabulario de Benavente, también destacan, por claras, ajustadas y actuales:

Distingue tres zonas lingüísticas* en la comarca de Benavente:

· La Noreste y Este (vega del Esla), la más castellanizada, con mayor número de vocablos comunes con Aragón.

· La Noroeste y Oeste (zona de los Valles), la de mayor influencia astur-leonesa y mayores resonancias gallegas.

· La Sur (vegas del Órbigo y Tera) es la más parecida al resto de la provincia de Zamora, (…).

Y aunque más adelante las volveremos a encontrar, merece la pena adelantar y leer ya sus palabras, a punto de cerrar esta presentación:

El habla de Benavente es un habla castellana; y es muy rica en léxico: En ella, el caudal del castellano actual, de uso general, está notablemente aumentado por arcaísmos y diversas voces no usuales o desconocidas en otras zonas y que son correctos –y, a veces, bellos vocablos que figuran en el DRAE (josa, cuestos, jato, tamaral...). Está fuertemente enriquecida por aportaciones del dialecto asturleonés (del que toma también locuciones, giros, diminutivos), y arrastra, en menor cantidad y en diferentes proporciones, préstamos del gallego, de Cantabria, Salamanca y otros particularismos zamoranos; y hasta se vale de algunos lusismos y americanismos. Tiene sus propias voces distintivas y otras derivadas o transformadas (y, en ocasiones, degeneradas) de otras castellanas y latinas. Es muy abundosa en sinónimos.

No es éste el lugar ni momento apropiados para referir teorías dialectológicas, sino de reconocer una aportación importante a los estudios del patrimonio lingüístico, especialmente al patrimonio del antiguo dominio leonés, que incluye una antigua pugna fronteriza con el castellano. La aportación tan personal de Ursicino, como tantas otras, al menos dentro del ámbito leonés (Asturias, León, Zamora, Salamanca..., con las precisiones necesarias) viene a enriquecer ese mosaico lingüístico que conforman las hablas, modalidades, variedades... Así lo hace mediante su presentación, ordenadas y definidas, de más de 300 voces y expresiones consideradas diversas por él mismo, esto es, no pertenecientes a la lengua estándar, pues se preocupó de contrastar el uso y vigencia de los significantes y significados que recogió en el Diccionario de la Real Academia. A partir de aquí, solo cabe recoger el testigo: añadir entradas, significados, datos, en general; aportar más trabajos lingüísticos y etnográficos referidos a Benavente y su comarca; y, en cualquier caso, disfrutar con las sensaciones que despiertan palabras, si no muy usuales, sí muy cercanas.

Luis Carlos Nuevo Cuervo




* El C.E.B. Ledo del Pozo publicó no hace mucho una edición facsímil de un folleto divulgativo sobre Benavente que había elaborado D. Fco. Ynduráin. Contó esta edición con el entusiasmo de su familia, especialmente de su hijo, cuya reciente desaparición también hemos lamentado profundamente.

* De ello dimos cuenta en Lengua estándar y diversidad dialectal en el vocabulario de Benavente y cuenca del Órbigo, Benavente, 2001

* Vid. “Hacia los conceptos de lengua, dialecto y hablas” (pp.56-65) en La lengua como libertad, Manuel Alvar, Madrid, 1982, Eds. Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana.

* Con toda seguridad, además de disfrutar, le hubiera entusiasmado: Manual de dialectología hispánica. El Español de España. Manuel Alvar (Director), Barcelona, 1996. de. Ariel. En el capítulo “LEONÉS” por Julio Borrego Nieto se define un mapa dialectal constituido por cinco zonas para entender las hablas leonesas en las provincias de León, Zamora y Salamanca:

La ZONA 1 corresponde a las comarcas donde más rasgos dialectales se conservan y se usan (Babia, Laciana, parte de Luna, parte de Los Argüellos, Bierzo oriental, la Cabrera y la Sanabria no gallega).

La ZONA 2 comprende: en León las comarcas intermedias entre las nombradas para la ZONA 1 y la Ribera del Órbigo, tales como La Maragatería, Omaña y La Cepeda... En Zamora: La Carballeda, con la Requejada, Aliste y parte de las tierras de Alba y Tábara.

La ZONA 3 corresponde a la comarca leonesa de La Ribera del Órbigo, parte de Luna, cuencas del Bernesga, del Curueño y del Porma. En Zamora el rincón noroeste de Sayago y posiblemente la orilla derecha del Esla, el curso medio del Tera y el valle de Vidriales.

La ZONA 4 incluye el ángulo nororiental de la provincia de León (comarcas de Valdeón y Sajambre) y en Salamanca la Ribera del Duero y el Rebollar (que viene a representar la zona del dialecto leonés oriental según el estudio clásico de Menéndez Pidal).

La ZONA 5, la menos conservadora del dialecto, comprendería todas las demás áreas –antes mencionadas de cada una de las provincias de León, Zamora y Salamanca. Y en ésta nos situamos, salvo en lo que se refiere al habla de Vidriales y del Tera, que se encuadrarían en la ZONA 3.

Algunas características sintácticas que el profesor Julio Borrego menciona de esta ZONA 5 son: ART. + POSESIVO: la mi güerta...; LA con valor neutro: ¡la hizo buena!...; CONST. PARTITIVAS: me trajo del vino caro...; CONCORDACIAS INESPERADAS: una poca cebada...; CAÍDA DE “D” TRAS PALABRA ACABADA EN VOCAL: una jarra vino...; HACER NO PRONOMINALES VERBOS PRONOMINALES: esta leña quema bien, esta tela rompe mucho, lavó las manos...; RICA GAMA DE PERÍFRASIS VERBALES (usadas también en otras zonas y en castellano antiguo): OBLIGATIVAS (ha de marchar, tiene de marchar), INCOATIVAS (quiere salir el sol, dan en venir los pájaros), PROBABILIDAD O CONJETURA (ha de tener ya veinte años, dejará de tener veinte años), OTRAS (hubo de caerse; no soy a subir; todo trae puesto el mandil...); PREFERENCIA POR “cantara” FRENTE A “cantase”; USO TRANSITIVO DE “CAER”, “QUEDAR”, “ENTRAR”: caí el vaso, lo quedé en la mesa, entra el carretillo...; uso del subjuntivo con interrogativas indirectas deliberativas: no sé qué haga, no sé si fuera o no...

Y otras de carácter léxico, como los leonesismos: jera, abese(d)o, agarimarse, adil, apechar, orvayada, bago ´grano de uva´, boraco, botillo, camuñas, empuntar, gurriato, lambrucias, morceña, borrajo, teso, trizar...

Benavente y sus aledaños pertenecerían, pues, a la ZONA 5. A muy poca distancia apenas 20 kms. comenzaría la ZONA 3, y ligeramente más lejos la ZONA 2.


­Apuntes biográficos sobre Ursicino Alonso Mayo

Hijo de María Mayo Barrios, y, por tanto, sobrino carnal de don Toribio Mayo como se sabe, procurador de los tribunales, y, en repetidas ocasiones Alcalde de Benavente Ursicino Alonso Mayo, nació en la villa condal el 25 de Octubre de 1915, aunque durante su mocedad se trasladaría a Badajoz, de donde era originario su homónimo padre, Ursicino Alonso Llorente. En la ciudad extremeña le sorprenderá el estallido bélico de 1936, acontecimiento que, como a otros muchos españoles de su generación, marcará, para siempre, su vida, siquiera sea porque la misma jornada en que el General Juan Yagüe vencía la resistencia republicana en la capital pacense, el 14 de agosto de aquel 1936, Ursicino se alistaba voluntario a la 1ª centuria de Falange, donde a las órdenes del Teniente don Roberto Álvarez de la Corte tomará parte – en calidad de falangista raso en diversas operaciones del corredor OlivenzaAlmendral-Barcarrota. Después vendrán los primeros ascensos en la organización militar falangista y la continuidad en diversos frentes del sur extremeño, en los que conoció, con toda su crudeza, las iniquidades de la guerra. A mediados de 1937 aplazará, temporalmente, su presencia en primera línea de fuego para realizar, en Sevilla, los cursos de Alférez provisional, tras cuya superación vuelve, ya como oficial, a la misma zona de operaciones, en la que vivirá los durísimos combates acontecidos en la ribera del río Zújar y Castuera y en la que permanece, hasta el final de la contienda, siempre en puestos de máximo riesgo.

Concluidas las hostilidades, condecorado con la medalla de la Campaña, una Cruz de Guerra y dos Cruces rojas al mérito militar,­ decide permanecer en el Ejército, por lo que buena parte de los años 1940 y 1941 se le localiza en la célebre Academia de Transformación de Infantería de Guadalajara, centro en el que ingresaban los oficiales de la infantería franquista que, procedentes de la escala de provisionales, deseaban convertirse en militares de carrera.

Su primer destino como teniente, en el Regimiento salmantino de La Victoria, no podía ser más premonitorio, puesto que en Ursicino se adivinaban – y el texto que ahora se publica lo corrobora tempranas y profundas inquietudes de amor por el estudio, la enseñanza y la investigación. No extraña entonces, encontrarle – tan moderno en el empleo como profesor de táctica en los Campamentos de las Milicias Universitarias de La Granja de San Ildefonso, a los que se le destinó los dos veranos que mediaron hasta su envío a Tánger, y en los que, a buen seguro, se sentía como pez en el agua. Tras la breve aventura africana, Ursicino recibe un nuevo encargo docente, esta vez en la Academia de Sargentos Provisionales de Tremp (Lérida), pero tal comisión no encubre sino un desplazamiento que le mantendrá, durante dos años, en Cataluña, bienio que coincide con los bríos renovados del “maquis” en 1944 y 1945, y al que se le encarga sofocar en las zonas de Pobla de Segur, Guardia de Tremp, Sort y Balaguer. A pesar de estos vaivenes profesionales, Ursicino encontrará tiempo para casarse, aquel 1944, con el amor de su vida, Pilar Benito Martínez, a la que había conocido durante sus fugaces estancias en Talavera de la Reina de 1941 y 1942.

Solventado un retorno fugaz a la frontera pirenaica, durante 1946, el ya capitán, Alonso Mayo será destinado a las unidades de lucha contracarro de San Lorenzo de El Escorial, pueblo del que no se moverá hasta su ascenso a comandante en 1954 y al que se sentirá, afectiva y espiritualmente unido durante toda su existencia. Son años en los que, a las labores habituales de un jefe de Compañía, se suman las que no desaparecerán nunca durante toda su carrera militar, es decir, las académicas, bien con retornos a los Campamentos de la IPS, bien como profesor de Tiro y Topografía para suboficiales, esquema que encontramos, idénticamente, reproducido durante su estancia de dos años en el Regimiento de Álava nº 22, con sede en Tarifa (Cádiz), donde, además de cultivar una profunda admiración por “Guzmán el Bueno” que daría sus frutos unos pocos años más tarde, añadió a sus horas de mando otras muchas más impartiendo los cursos preparatorios para el ingreso en la Academia de Suboficiales y las clases para el desarrollo de la Instrucción de Jefes y Oficiales, entre las que, aún, halló tiempo para estudiar inglés, idioma que traducía con corrección.

De vuelta a El Escorial, en 1957, y a pesar de estar destinado en la Plana Mayor del Batallón de cañones contra carro nº LVI, seguirá siendo inseparable de las labores docentes, al menos hasta el año 1959, fecha en la que se le nombra ayudante de Campo del General Francisco de Asúa, Gobernador Militar de Cáceres. A partir de aquí, el sosiego de su nuevo destino le permitirá dedicarse, con mucho mayor ahínco, a su – forzosamente minorada vocación de investigador. Coincidiendo con el 700º aniversario del nacimiento de Alonso Pérez de Guzmán rematará una monografía sobre el defensor de Tarifa que había iniciado en sus años gaditanos, un texto de factura competente y documentada que permanece, aún inédito, bajo el título “Alonso Pérez de Guzmán o la personificación de la lealtad”.

A caballo entre Menorca y Madrid – siguiendo la estela del General de Asúa pasará sus últimos años de carrera en activo, dedicado al estudio de su admirado Escorial. Así, en 1963, publica en la revista “Nueva Etapa”, del Real Colegio Universitario María Cristina, “El Escorial: una arenga en piedra”; al año siguiente, coincidiendo con “La Heráldica en el monasterio de El Escorial” rubricado por el bibliotecario del monasterio, don Luis de la Cuadra, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos Ursicino publica en la prestigiosa revista de investigación histórica, teológica y filosófica “La Ciudad de Dios”, un artículo de temática –parcialmente coincidente con aquél, titulado “Heráldica escurialense”, en el que el objeto estudio trasciende al propio edificio monástico para adentrarse en los blasones de la villa escurialense y del pueblo de San Lorenzo, y por el que conocemos la influencia que Ursicino tuvo en el blasonamiento de tal población, cuyo escudo municipal terminó por incorporar mucho de lo avanzado en su estudio. Por fin, en 1966, recién ascendido a Teniente Coronel y a las puertas de la reserva, repetirá, en la misma revista, con una aportación sobre “Las Grandezas de España” de Diego Pérez de Mesa (1590), obra de la que Ursicino consideraba su capítulo CXXIV como: “La primera guía de El Escorial”.

Retirado, honoríficamente, como coronel, en 1977, pasó la década de los ochenta entre Madrid y Talavera, escapándose, siempre que le era posible, a su querido Benavente. Después vino la muerte de Pilar, de la que no había tenido hijos, y, a continuación, una grave enfermedad, en cuyos padecimientos encontró los momentos más amargos de su vida, sólo confortados por alguna vieja amistad que acudía, puntualmente, al Hospital Militar “Gómez Ulla” para darle el parte de novedades de “Martínez Esparza”.

“En estos ratos de soledad, aquí en el campo, donde el silencio es más profundo y la imaginación vuela junto a remembranzas, mucha añoranza de tiempos pasados, felices tiempos ya para siempre perdidos, pero disfrutando, dentro de mi constante y profunda pena, en estos días de mi postrera andadura por la vida, de toda la belleza que Dios nos regaló en campos y cielo […]”, escribía en Toledo a comienzos del otoño de 1989, intentando, en cierta manera, reconciliarse con los zarpazos de una vida, que sabía, ya sobradamente, corta.

Manuel Fernández del Hoyo

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